Jesus Alejandro Sánchez
El béisbol es pasión de todos
los cubanos. En cada esquina, parque, centro de trabajo, desde la reconocida
Plaza de Marte hasta la más intrincada comunidad rural de este archipiélago
hablar de pelota es una necesidad constante.
Uno de esos territorios es
sin dudas Palma Soriano, municipio que ha visto nacer a grandes estrellas de
esta disciplina deportiva, en cuyas instalaciones se han formado, poniendo sin
dudas en alto primero el de su terruño natal, así como a la Patria Grande.
La práctica del béisbol en
Palma Soriano data desde principios del siglo XX cuando los amateurs de aquel
entonces se entretenían en sus horarios libres practicando el béisbol en
solares y campos de cultivo. El amor por el deporte de las bolas y los strikes
fue creciendo y con esto la práctica organizada.
En el Central Azucarero Dos
Ríos varios de sus más esforzados trabajadores mostraban también sus grandes
condiciones a la hora de batear, lanzar o defender una posición de juego. Luego
vinieron los Campeonatos Municipales, regionales y muchos de los primeros
practicantes llegaron a vestir uniformes de equipos rentados.
Ya en la mitad del siglo
pasado, con la creación del Club Deportivo Palma, el béisbol se adueñó por
completo de los palmeros. Clubes como el Santa Clara de la Liga Cubana y varios
elencos de las Ligas Menores en Estados Unidos se nutrieron de los peloteros
palmeros.
De aquellas primeras lides
salió el receptor Ramón Hechavarría, toda una leyenda del béisbol cubano. A
esta luminaria se sumaron muchos otros que hicieron su historia dentro del
movimiento deportivo cubano, abriéndole el camino a los más grandes peloteros
que han nacido en esta parte de Cuba.
Orestes Kindelán, al mayor
jonronero e la historia del béisbol cubano y Antonio Pacheco, líder natural en
todos los equipos que militó han sentado pautas en la historia del deporte en
Palma Soriano. En mi opinión están entre los mejores peloteros de cuba de todos
los tiempos.
Ambos son paradigmas aún de
las nuevas generaciones, por su entrega en el terreno y su modestia.
Multicampeones Mundiales y Olímpicos tienen en sus vitrinas todos los
pergaminos que se ponían en disputa durante sus años en activo.
Por eso hoy tras el paso del
Huracán Sandy por la provincia de Santiago de Cuba observó con gran dolor los
daños que sufrió la instalación insignia del deporte palmero: El estadio José
Martí.
Sandy se ensañó con el “José
Martí” de una manera terrible. Sólo dejo en pie una de sus torres de
iluminación y al caer algunas piezas de hierro destrozaron parte del graderío.
Este estadio fue fundado en
el año 1953 justo en el centenario del natalicio de nuestro Héroe Nacional.
Luego vinieron varias reparaciones capitales que lo hicieron lucir como
cualquier recinto de las capitales provinciales, incluso contaba con luminarias
para juegos nocturnos, algo del que carecían varios de los principales parques
beisboleros de Cuba.
El paso de los años y el casi
nulo mantenimiento fue deteriorando paulatinamente este bello estadio
caracterizado por sus grandes dimensiones y su efectivo drenaje en época de
lluvia. El Huracán Sandy hoy sólo nos dejó
destrucción.
Será bien difícil devolver al
Estadio José Martí su esplendor de antaño, teniendo en cuenta la situación económica
que vive el país. Para los que pudimos disfrutar de los Juegos Nocturnos, los
partidos internacionales en el marco de los Juegos Panamericanos de 1991, entre
muchos otros espectáculos culturales, solo nos queda hacer todo lo posible por
recuperar una instalación como ésta.
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